Siendo veinteañero, dudaba de ir a una playa nudista porque, aunque quería experimentar la sensación, me daba un poco de vergüenza; fue mi compañera de viaje la que me convenció.
Confieso que tuve un poco de pudor al quitarme la última prenda, pero a los dos minutos ya había desaparecido; y, a los quince minutos, cuando los de alrededor ya me habían visto bien el paquete, dejé de sentirme foco de atención.
Era placentero llevarlo todo colgando, al aire, bamboleándose al andar. De vez en cuando, también miraba a otras personas, pero sin lascivia, con la misma naturalidad con la que habría mirado un caballo o un perro que hubiera pasado por allí. Tuve la impresión de que la desnudez integral de los cuerpos reflejaba muchísimo mejor el alma de las personas. La sensación de naturalidad y libertad fue muy satisfactoria. Lo único desagradable fue tener que vestirme para salir de allí.
TODOS SENTIMOS ESA SENSACION LA PRIMERA VEZ
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Jajajjaaj
A mí también me pasó
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Qué verdad. Qué triste que “el desnudo” aún se vea como algo a juzgar, tachar de error, de novedad o atrevimiento…
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